XXI Capítulo General
"Los que esperan en el Señor recibirán fuerzas nuevas"
SESIÓN DE CLAUSURA DEL XXI CAPÍTULO GENERAL
“CON FUERZAS NUEVAS ACOGEMOS EL FUTURO CON ESPERANZA”
Cada Capítulo abre las puertas a una nueva etapa, una página para estrenar que, al ritmo del Espíritu, hemos de ir escribiendo junto con las personas que compartimos día a día. El Documento Capitular marca el horizonte hacia el que seguir avanzando
Después de cada Capítulo, el desafío es socializar la experiencia, extenderla, para que ese horizonte, que universaliza deseos y sueños, aúne a personas diversas y a contextos distintos, en el único deseo de mostrar el rostro de Dios según el carisma recibido.
“Una palabra de aliento”...
En el momento que comenzamos la preparación de este Capítulo, no sé si lo recordáis, hice referencia a la acogida que la comunidad de Antioquía dispensó a una carta de los apóstoles (Hech 15,31) que Judas y Silas leyeron en Asamblea. La recibieron como “una palabra de aliento”.
Pero no terminó ahí, se nos dice que Judas y Silas “consolaron y confortaron a los hermanos conversando largamente con ellos”.
Yo creo, que así hemos recibido nosotras, las hermanas capitulares la celebración de este Capítulo, “como una palabra de aliento” y así, pienso que nos gustaría a nosotras que todas nuestras Hermanas, puedan recibir, hoy, el Documento Capitular, como una “palabra de aliento” en nuestra vida y en el desempeño de nuestra misión de FMMDP, dispuestas a vivir esta nueva página de ESPERANZA, que se abre ante nosotras.
Las decisiones tomadas, todas ellas importantes para la Congregación, algunas de ellas significativas, otras que ni siquiera imaginamos la importancia que tendrán en el futuro. El “acontecimiento capitular”, la experiencia de fraternidad que se vive en el Capítulo, el trabajo por la comunión, son una experiencia espiritual y congregacional que vale la pena trasmitir. Un ´Capítulo es mucho más que los documentos que se aprueban. El contexto en que lo hacemos y la experiencia fraterna que tenemos, también deben ser valorados.
Nosotras, las hermanas capitulares somos “embajadoras”. Nuestro trabajo no termina con la firma de las actas, muy al contrario, continúa con mucha exigencia y dedicación. Pensemos en Judas y Silas, en Antioquía, que “continuaban conversando largamente con los hermanos, confortándoles y dándoles consuelo” o aún más, ahora recuerdo la carta de San Pablo a los Corintios (2 Corintios 3:2-4):
La única carta de recomendación que necesitamos sois vosotros mismos. Vuestras vidas son una carta escrita en nuestro corazón; conocida y leída por todos los hombres. Esta «carta» no está escrita con pluma y tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente. No está tallada en tablas de piedra, sino en corazones humanos.
La única carta de recomendación que necesitan nuestras hermanas, somos nosotras mismas. Lo más importante para escribir estas cartas es pensar en la manera en la que queremos trasmitir vida y esperanza y la imagen a través de la cual queremos que nuestra comunidad descubra a Cristo.
Nos preguntamos: ¿Qué dirá mi carta de recomendación?
Yo os decía el primer día que debíamos embarcarnos en una aventura espiritual de transformación, pues para ser portadoras de futuro, debemos aceptar vivir una triple transformación:
-
transformación del espíritu (de las ideas, de la inteligencia);
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transformación del corazón (de las relaciones);
-
transformación de la voluntad (renunciar el poder individual para arriesgarse a establecer alianzas fecundas)”. (Rm 12)
Con esta transformación, acogeremos el Capítulo, como una “palabra de aliento”, y lo acogeremos con la certeza de que habiendo recibido “fuerzas nuevas”, lo haremos vida con fidelidad
Y así se lo trasmitiremos también a nuestras hermanas, con alegría y esperanza.
Y… llega el momento de la acción de gracias. Quiero dar, en primer lugar, gracias a Dios. Él ha sido el centro de nuestro Capítulo y creo que en verdad hemos vivido aquello de: “No temáis, estoy con vosotras”.
No puedo dejar de agradecer la confianza que habéis depositado en Adelaida, Isabel, Elvira, Sagrario y en mí. Trabajaremos duro, pero tendremos siempre presente que es el Señor y no nosotras quien construye la casa. Contaremos también con vuestro continuo apoyo y consejo, y los desafíos que nos enviéis. Creedme cuando os digo que estamos aquí para trabajar junto con todas vosotras, para animar al Instituto y para guiar su vida y su misión.
Gracias a todas y a cada una de vosotras, porque, sin ninguna duda, todas habéis puesto lo mejor de sí, han estado presentes los dones de cada una, en la liturgia, en la comunicación, las hermanas moderadoras, las hermanas secretarias… todo ha contribuido para que hayamos vivido unos días fraternos. Y, en vosotras, también gracias a todas las hermanas del Instituto, que tan presentes han estado con su participación y oración antes y durante el Capítulo. Doy las gracias de forma especial a Victoria y a Reyes por su entrega incondicional y sin reserva a la Congregación.
Dentro de mis palabras de agradecimiento, quiero recordar los dos días con los laicos. El apoyo y ayuda de estos hermanos en la búsqueda del deseo de Dios nos ha iluminado el camino. Ha sido un gozo poder disfrutar de la riqueza que nos han aportado, de la comunión experimentada y compartida.
Como primeras depositarias del Carisma, manifestamos nuestra profunda alegría y gratitud porque con nosotras compartieron vida, fe, inquietudes y muchas esperanzas. El Capítulo fue parábola visible de la belleza de la comunión, de la gratuidad y fecundidad del amor de Dios.
Hace unos años, en otro Capítulo General, escuchábamos el susurro del Espíritu; abrimos nuestra casa y, sobre la mesa, colocamos el pan del Carisma para que todos pudieran servirse. En respuesta, podemos ahora escuchar: “No estáis solas”. Juntos vivimos el don del seguimiento de Jesús, desde el Carisma de María Ana, que compartimos y queremos hacer vida en cada una de nuestras comunidades-misión.
Quiero agradecer también a las Hermanas de esta Casa, ellas, con su servicio, han contribuido a la buena marcha de nuestras reflexiones y trabajos.
En fin, cuando una se pone a enumerar, cabe el peligro de olvidar algo importante, por eso una vez más gracias a todas por cada una y por todo.
Y para terminar, quiero recordar, eso, quiero que pasemos una vez más por nuestro corazón, el hermoso legado de nuestra Madre Fundadora: CARIDAD VERDADERA.
En nuestro Capítulo hemos querido expresarlo como:
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La caridad hecha servicio
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La caridad que convoca
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La caridad que da vida
Con este deseo de hacerlo vida, tratando en todo momento de vigorizar el carisma legado por nuestra Madre Fundadora, clausuro en este momento nuestro XXI Capítulo General.
El Capítulo fue obra de Dios y obra de todas. Llevarlo a la vida y a la misión tendrá que ser, también, obra de todas. Gracias.