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Eucaristía de apertura del XXI Capítulo General


Con la Eucaristía votiva del Espíritu Santo iniciamos la celebración del XXI Capítulo General.

Destacamos las palabras que nos dirigió la Superiora General, M. Rosario Sánchez, al finalizar la Eucaristía:

Iniciamos como Congregación, dentro de la Iglesia, un momento importante, la celebración de nuestro Capítulo General. Se abre ante nosotras la posibilidad de vivir una nueva página de esperanza.


A lo largo de un Capítulo General, una Congregación asume su carisma de nuevo, lo relee en el contexto eclesial y cultural del tiempo que vive y toma las decisiones necesarias para insertarse de forma adecuada al carisma, en la iglesia y en el mundo contemporáneo.

El lema de nuestro Capítulo:

Los que esperan en el Señor verán sus fuerzas renovadas

[…] caminan y no se cansan (Is 40,31)

Caminan y no se cansan…Una vida que no se para nunca, una vida que no nos permite detenernos nunca.


Es la misma vida que se asoma a través de la ilusión de los niños y jóvenes de nuestras obras educativas, o el tiempo dedicado gratuitamente de nuestros voluntarios, o el acompañamiento de tantos catequistas y animadores, o el compromiso de tantas hermanas empeñadas en la tarea de cada día, o el deseo de ayudar a crecer de tantos maestros y profesores, o la alegría y la paz que se asoma en la mirada de tantas hermanas mayores.


Juntos/as estamos construyendo una nueva etapa en nuestro carisma. Y lo estamos haciendo gracias a vosotras, a vosotros. Las personas son el verdadero tesoro de nuestra Congregación. Cada una de los hermanas, cada uno de los educadores, profesores, laicos, voluntarios,… que hacéis posible tanta vida que se derrama, que se expande, que hace crecer día a día a tantos niños y jóvenes entre los que estamos presentes, tantas personas que nos necesitan. Y me surge un sentimiento de agradecimiento por tanta vida como estamos dando. Gracias porque juntos/as estamos creando un tiempo de oportunidad.


Estamos llamados a detenernos, reflexionar, adentrarnos en el hoy de nuestra historia, renovar fuerzas, avanzar y descubrir ¡Nuevos retos! y ¡Nuevas respuestas! Reflexionando juntos, hemos de tener la capacidad de encontrar las respuestas nuevas que hoy nuestros hermanos y hermanas necesitan.


A vosotros educadores, que los ¡Nuevos retos!, nos ayuden a descubrir ¡Nuevas respuestas! y que nuestra Misión continúe siendo lo que siempre ha querido ser: un instrumento de educación integral para todos los niños, los jóvenes, las personas adultas que están presentes en nuestro sistema educativo en las diversas etapas.


En primer lugar, me brota desde lo más profundo de mi ser una cálida felicitación por lo que sois y por lo que hacéis, por vuestra dedicación y compromiso en la exigente y, al mismo tiempo, apasionante tarea de la educación.


Y haciendo mías aquellas palabras del Papa Francisco:

“Al mismo tiempo que os agradezco la noble tarea que realizáis cada día educando a niños y jóvenes, quiero deciros que no temáis a lo nuevo“.


Pues bien: ¡Gracias! y eso… ¡No temáis a lo nuevo!


A vosotras hermanas,

Porque el futuro nos habla de riesgo y de espíritu de aventura. Para María Ana las dificultades no son excusas para no hacer nada, son retos que afrontar para poder hacer realidad el proyecto de anunciar a Jesucristo y hacerlo amar. Podríamos decir que su vida está animada por una esperanza activa, arremangada, comprometida.


Os invito a que vivamos la esperanza de un modo particular, de un modo activo: viendo y fomentando todos los signos de la nueva vida que ya hay entre nosotras y estando preparados en todo momento para ayudar a dar a luz todo lo que se halla en condiciones de nacer. Vivir la esperanza desde esta perspectiva reclama de cada una de nosotras creatividad, imaginación y novedad. Vivir la esperanza es estar vivas.


Hermanas, nuestra historia nos muestra que mientras estamos vivos somos energía pura, somos movimiento, somos vida. Ello nos permite poder asistir en primera persona y como protagonistas a este tiempo de alumbramiento de un nuevo comienzo dando lo mejor de nosotras mismas. Es lo que ocurrió en la historia de Francisco, en la de María Ana, en la de tantas hermanas que nos han precedido. El Señor nos acompaña en el camino y nos sostiene. Que Él os bendiga. Y a todas, porque esperamos en El, nos colme de fuerzas nuevas.


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