top of page

UN CAMINO, UNA FAMILIA…, UNA ILUSIÓN

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”.


¡Qué gran verdad! Cada uno de nosotros comenzamos esta aventura con un sueño, con un objetivo, con una esperanza. Muy probablemente nuestras expectativas se han visto cumplidas con creces y han ido cambiando a partir del encuentro con la gente con la que hemos compartido el camino. Personas maravillosas, que nos han acompañado, escuchado y nos han dejado huella.


Durante esta intensa y efímera semana, desde Orense a Santiago, hemos admirado paisajes hermosos, hemos recorrido senderos, caminos, hemos seguido flechas amarillas, pero también nos hemos dejado llevar por el corazón, ese que nos ha conducido a personas indescriptibles, llenas de amor y alegría. 


Hemos aprendido que podemos hacer el camino sin zapatillas, que no importa la ropa que llevemos, ni su valor; que lo único verdaderamente importante son las personas, porque ellas han hecho que cada etapa del camino haya sido un recuerdo inolvidable. Recuerdos que quedarán para siempre en lo más profundo de nuestro corazón.


Llevamos las mochilas cargadas de grandes momentos, maravillosas experiencias, tiempo de reflexión, paisajes extraordinarios, sonrisas, risas y llantos. Pero, sobre todo, nos llevamos el regalo de haber podido conocer a gente especial, gente que forma una verdadera familia. La familia franciscana de María Ana Mogas.


Ha sido gratificante ver cómo cada uno de nosotros (religiosas, profesores, alumnos, antiguos alumnos, laicos asociados, voluntariado misionero, familias…) se ha comprometido a aceptar sus diferentes responsabilidades, a participar en las oraciones y en los actos litúrgicos con verdadera entrega, a ayudar y acompañar a aquellos que más lo han necesitado. En definitiva, a abrir nuestro humilde corazón a Dios y a los demás.


Por todo ello, y como si llevásemos grabado a fuego el objetivo de este curso, solo nos queda destacar nuestro AGRADECIMIENTO: por las dificultades encontradas, porque pudimos superarlas juntos; por los momentos de silencio y de ruido ensordecedor; por las palabras de ánimo, las miradas cómplices, las sonrisas sin fin.


GRACIAS por demostrar que, en nuestras cargadas mochilas, siempre hay un rincón para uno más. GRACIAS por embarcarnos en esta hermosa aventura: quienes tomamos la iniciativa de llevarla a cabo y quienes tanto habéis trabajado, en la sombra, para que otros disfrutásemos. GRACIAS por hacer que el camino esté en cada uno de nosotros; por hacer de él una experiencia única, inolvidable e irrepetible. GRACIAS por convertir esta aventura en un hermoso testimonio de amor y fraternidad.


Ahora es el momento de que cada uno de nosotros continuemos con nuestra peregrinación diaria. Seguro que lo vivido estos días nos servirá para afrontar nuestra vida con serenidad y alegría, superando con entereza todos aquellos obstáculos que se nos presenten a diario.


Ojalá el destino nos ofrezca otra oportunidad para reencontrarnos y vivir una experiencia más como familia carismática de María Ana. ¡Que Dios nos bendiga!

​

bottom of page